la Calle RECOGIDAS | paseos por Granada

Cuentan las Crónicas del Reino de Granada que allá por 1594 el arzobispo Pedro de Castro andaba preocupado por las mujeres que se ofrecían por las calles de la ciudad. Le pareció la mejor solución dedicar una comunidad de monjas a rescatar las prostitutas. Y así fundó lo que sería el Convento de Santa María Egipcíaca, donde ir recogiéndolas a todas. Había nacido el Convento de las Recogidas.

Este domingo la calle Recogidas amanece despejada. Empiezo a remontarla por el final, en el Camino de Ronda. A la mitad aparece el Palacio de los Moreno Agrela, que construyeron a finales del siglo XIX, en lo que eran las afueras de la ciudad. Y, aunque son cisnes los guardianes de la puerta, todo el mundo lo conoce como el Palacio de los Patos. Y, aunque no será el más barato, ahora es el hotel con la mejor escalera de mármol de Granada. Es una calle comercial pero, en esta segunda mitad, es cuando me tropiezo con la mayoría de tiendas. A estas horas todas duermen, por supuesto. Ya me falta poco para el final, pero antes está el antiguo cine Aliatar. Cincueta años estuvo proyectando películas hasta que lo cerró el nuevo siglo. Ahora es una tienda más pero su fachada sigue siendo la de aquella sala, con paredes de terciopelo y bóveda estrellada. Enfrente está una iglesia y un convento: el de San Antón. Hace 500 años ya desde que se pusieron allí los franciscanos. Aunque entonces esto quedaba fuera de la ciudad. Desde hace casi dos siglos son las monjas capuchinas las que viven allí, herederas de aquellas otras que recibían a las mujeres «recogidas» y que prestaron su nombre a la calle. El sol ya ha salido y llegó al final del viaje. Felipe IV nos visitó en 1824 y su entrada triunfal fue por la Puerta del Rastro, la de Bibarrambla, justo aquí, lo que desde entonces llamamos Puerta Real. Ya no hay puerta, claro, pero sigue guardando la gloria en sus edificios. Aquí está el edificio de Correos, que ya tiene 60 años. Está el edificio Olmedo, con sus 30 metros de altura y una portada con mármol de Sierra Elvira.
Está el edificio del antiguo Café Suizo. Y está, claro, desde mediados del siglo XIX, el Hotel Victoria, con su cúpula turquesa. Y, por mi parte, ya va siendo hora de que me marche a desayunar. Nos vemos otro domingo cualquiera.

[Música]

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