el Mirador de San NICOLÁS | paseos por Granada

Cuentan las Crónicas del Reino de Granada que, hace unos 170 años, los devotos de una iglesia del Albaicín visitaban a su patrono a menudo. Si hubieras estado allí te sorprendería ver cómo pasaban de largo ante la estatua del santo, que llevaba allí 60 años, y se dirigían a una pequeña capilla del atrio, donde se guardaba otra imagen más antigua y, quizá por eso, más querida. Cuando dejaban sus limosnas de aceite y cera decían «para el Santo Viejo, para el Santo Viejo». El santo lo conoces bien, porque nos visita todas las Navidades. Ahora le dicen Santa Claus, pero hubo un tiempo que le llamábamos San Nicolás. Y, desde aquella iglesia, abraza su mirador.

Este domingo el Mirador de San Nicolás amanece casi limpio, con alguna nube rezagada. No hay nadie. Las palomas, que desayunan los restos de la noche, son las únicas que me saludan. Bueno, las únicas no, Granada entera me saluda. Dicen que, cuando vino Bill Clinton, vio desde aquí la puesta de sol más hermosa del mundo. No se puede dar la razón siempre a los del otro lado del Charco, así que hoy nada de puestas. Nosotros somos de amaneceres. Me siento en alguno de los bancos de piedra y contemplo los fugaces dominios que desde aquí se ofrecieron a Boabdil. Digo desde aquí porque se cuenta que, en este lugar, se trató la diplomacia que llevó a la entrega de las llaves de la ciudad. Allí está la Señora de la Sabika, la Roja, está a la Sierra al fondo y la ciudad al Sur, donde se pierde la vista por la Vega. Me vuelvo a ver qué tengo a mis espaldas: una cruz en medio de la plaza, de los años 30, presenta la iglesia, que ahora está nuevecita, recién pintada, no como la recuerdo, enmohecida y descascarillada. ¿Os dije que me crié a unos metros de aquí? La pobre iglesia pasó de todo desde que la levantaron en 1525. La torre no llegó hasta 20 años después. En el siglo XIX la encendió un rayo, y vuelta a empezar. Y luego, con la Guerra, la quemaron en el 32. Sólo se salvó la torre. Pero aquí la tienes, aguantando. No aguantó tanto la casa de un tal Armez, junto a la iglesia. Te hubiera gustado ver sus columnas de mármol negro, de las que tanto hablaban. Y luego está el aljibe, claro, que ya es de tiempos de cristianos. Allí estaba antes un pequeño aljibe, uno de los 28 de Granada, pegado a la mezquita. ¿Qué mezquita? La que había antes del siglo XVI y sobre la que se hizo la iglesia. Para los nostálgicos, hicieron hace poco otra mezquita al lado, la única del Albaicín. Al aljibe llegaban a beber los granadinos el agua que allí dejaba una de las acequias. Imagina esos tiempos lejanos y esas gentes sedientas… El sol ya ha salido. Si no te quieres ir tan atrás en el tiempo, tienes una
biblioteca, a la que fui de pequeño a pasar muchas tardes, y algunos restaurantes, como la Estrella de San Nicolás o el Huerto de Juan Rana. Pero esas cosas son de las tardes y yo soy de las mañanas. Seguro que pronto volverá el movimiento y se tendrán que marchar las palomas. Y, por mi parte, ya va siendo hora de que me marche a desayunar. Nos vemos otro domingo cualquiera.

[Música]

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