Querida Alicia:
Hoy quiero hablarte de una virtud ya medio olvidada No es que no se siga ejerciendo, sino que ya no se la nombra ni se hace notar en quienes la conservan. Además, es la mayor virtud y, como todas las partes que adornan el carácter, en especial las importantes, no eres consciente de ella. Es también la razón primera por la que me fuiste conquistando y, aún ahora, siempre que me someto a examen y busco las razones que me mantienen a tu lado sigue acudiendo a mí la primera. Te quiero hablar de la pureza. En este mundo de malentendidos donde nadie se detiene en las palabras ni las intenciones ya nadie habla de la pureza. Temo que lo que más me atraiga sea mi falta de ella. Cuando algo te mantiene sorprendido demasiado tiempo señala un vacío. Si admirase continuamente la forma de vestir de alguien, será que no soy capaz de vestir igual. Si lo hiciese naturalmente, no me fijaría. Otra razón es la escasez. Si te veo con admiración a diario es porque vuelvo a salir al mundo y no encuentro nada así. Hablo de la pureza como la ausencia de máscaras y telones. Es cierto que todos tenemos capas, pero las tuyas son pocas y muy delgadas. Eres transparente, te deja herir. Más bien, te hieren, por no saber cubrirte. Esa incompetencia tuya es la mayor virtud humana: la capacidad de mantenerse uno. En cambio, yo soy todo capas y secretos, telones y telones, hasta que me confundo yo mismo. Un signo claro del amor es el cambio y no la firmeza. Y es patente que ahora, tras estos años, tengo menos máscaras gracias a ti.
Hasta el 22. Tu Julián
[Música]
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