Querida Alicia:
¿Y si nos casamos una y otra vez todos los años hasta morir de agotamiento? ¿Y si me olvido de ti cada 52 semanas para reconquistarte? Mi gran trabajo en la vida, mi camino, es siempre empezar de nuevo, una renovación continuada hasta acabar, en la muerte, completamente joven y primerizo. Cada día es el día de nuestra boda, cada día es el día que me miras, me dices «sí», me sonríes nerviosa y se nos caen las monedas de las arras, de la bandeja al suelo. Cada día te pisas el vestido de novia y, cada día, me agacho a desenredarlo. Cada día brindas con ese champán que te pinta las mejillas y te desata la lengua. Porque cada día que nos casamos estás más hermosa, como una naranja dulce. Porque ahora estás de recién casada, yendo hacia mí del brazo de tu madre y, si no lo veo, es que tengo que aguzar la vista. Si ahora te veo en bata, en tu sofá, escuchando música, no te veo como eres, porque estás de pie, de blanco, con tu ramo de rosas recién compradas en la mano. La del sofá es la máscara que te pones para saber si estoy atento. Y quiero estar atento todos los días. Todavía quedan meses, pero este 22 de mayo voy a casarme contigo. Y espero que me digas «sí».
Hasta el 22.
Tu Julián.
[Música]
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